(Revista General de Marina. Nov.1998. Ministerio de Defensa)
Capitanes de Corbeta Luis Mollá Ayuso y José A. Portolés Sanjuán
Fuente: http://www.memoriahistorica.org
El submarino clase «C»
Aquel submarino era el tercero de la serie «C», del modelo serie 105F, con licencia de la Holland Boat, que mejoraba la anterior, la «B», en muchos aspectos como velocidad en superficie, rapidez de inmersión y cota máxima, que alargaba hasta los 87 metros. Aunque y debido a que montaba la misma batería que los «B» para un desplazamiento bastante mayor, resultaban inferiores en velocidad y manejabilidad en inmersión. Además empeoraba la estanqueidad, o al menos la rapidez en conseguirla, factor que probablemente tuvo mucho que ver en la rapidez de su pérdida.
En total fueron seis los submarinos que la Constructora Naval Española entregó a la Armada desde su planta de Cartagena entre 1928 y 1930 y que constituyeron genéricamente la clase «C».
Al estallar la guerra estos seis «C» constituían junto a otros tantos «B» el arma submarina española. Los cuatro primeros de estos «B» tenían como base Mahón y eran pocos útiles para el combate, mientras que los dos últimos juntos a los seis «C» atracaban en Cartagena y constituían realmente la Flotilla, una agrupación bien instruida y entrenada y que contaba además con mucha solera.
Constructora:
S.E.C.N. (Sociedad Española Construcciones Navales) Cartagena
Desplazamiento: 925 Tm. en superficie / 1.144 Tm en inmersión
Dimensiones: Eslora total: 73,3 m. / Manga: 6,3 m. / Calado: 5,7 m
Motores: 2 Mres. Diesel Vickers de 1000 cv / 2 Motores eléctricos de 375 cv / 2 ejes y 3 palas por hélice
Velocidad: 16,5 nudos en superficie / 8,5 nudos en inmersión
Cota máxima: 90 m
Autonomía: 6.800 m. a 10 n. en superficie / 3.200 m. a 16 n. en superficie / 150 m. a 4,5 n. en inmersión
Armamento: 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm. / 4 en proa y 2 en popa / 4 torpedos en reserva / 1 Cañón de 76/45 mm. Anti-aéreo. (En los «C-3″ y»C-4», 1 Cañón Bonifaz de 75mm)
Dotación: 40 tripulantes
Precio: 13.186.000 Ptas. (1922)
Miércoles 12 de diciembre de 1936. Amanece un día gris y oscuro en el sur de Andalucía. A pocas millas del puerto de Málaga el submarino «C-3» desplaza lentamente sus 916 toneladas por unas aguas frías y tranquilas. Un escenario triste que parece presagiar la tragedia que no va a tardar en presentarse.
Hace pocos minutos que las campanas de la catedral de Málaga han repicado dos veces y los malagueños se dirigen a sus casas a comer preocupados por la situación del país desde que hace casi cinco meses otras campanas, campanas de guerra, han sonado también dividiendo al país en dos partes que antes o después se saben condenadas a entenderse.
A bordo del submarino ya han comido. De primer plato, caldo gallego, y de segundo, huevos fritos con tomate. En el puente, el comandante del buque, alférez de navío Antonio Arbona, charla con el capitán de la Marina Mercante Agustín García Viñas, agregado a la dotación del submarino como oficial de derrota.
En el mismo puente, el serviola Francisco Fuentes escudriña el horizonte en busca de posibles unidades enemigas. A popa, los marineros Isidoro de la Orden y Arsenio Lidón, malhumorados porque su relevo tarda en llegar, arrojan a la mar los restos del almuerzo.
Todo ocurre de repente. Sin causa aparente el submarino se estremece hundiendo violentamente la proa en el agua mientras se balancea suavemente a estribor. En pocos minutos el «C-3» desaparece bajo las frías aguas dejando como única memoria de su presencia un penacho de denso humo blanco que se disipa pronto, una espesa mezcla de combustible y aceite que desaparece siguiendo la corriente y tres hombres que nadan asustados sin otro rumbo que el de salvar la vida. Se trata del capitán García Viñas y de los dos marineros que deberán la vida a la pereza de sus relevos. No lejos de ellos flotan los cadáveres del comandante y del serviola. El resto, 35 hombres, desaparecen con el submarino que 70 metros más abajo se habrá de convertir para ellos en un sudario de hierro.
La tripulación del C-3, en Cartagena, en otoño de 1934, tras un crucero de dos meses por el Mediterráneo (Ampliar)
Las dotaciones submarinistas
Las dotaciones submarinistas no eran ajenas a los problemas del resto de la Marina en cuanto al malestar de los cuerpos auxiliares con respecto al Cuerpo General o la aparición de grupos semiclandestinos en las capas inferiores que comenzaron a organizarse a partir del triunfo electoral del Frente Popular.
Sin embargo, al contrario que en otros buques de superficie, en los submarinos no hubo violencia, limitándose las dotaciones a detener y destituir a los jefes de ideología más significada. Además, el hecho de que la Flotilla saliera a la mar nada más conocerse la sublevación de las fuerzas de Africa propició que el personal submarinista tuviera escasa participación en las revueltas ocurridas en Cartagena a poco de desatarse el conflicto.
Tripulantes en la Sala de Torpedos del C-3. El 3o por la izda. es el Cabo Joaquín Ruiz
Cuando en la madrugada del 18 la Flotilla de Submarinos de Cartagena recibe orden de salir a la mar se desconoce el alcance de la sublevación, por lo que la situación está muy tensa cuando a las 10 de la mañana los submarinos abandonan sus muelles.
El Capitán de Fragata Guimerá, Jefe de Flotilla, arbola su insignia en el «C-1» al que acompañan el «C-3», «C-4″ y C-6» y a los que una vez en la mar se une el «B-6».
Debido a la premura de tiempo y a la falta de oficiales, se producen varios embarcos y desembarcos entre unidades y así, procedente del «B-5», que se encuentra en obras, embarca en el «C-3» el AN. Arbona. El comandante del «C-3», CC. Javier Salas Pintó, queda en tierra por lo que toma el mando el segundo, teniente de navío Rafael Viniegra Pérez-Roldán.
Al amanecer del día 20 los cinco submarinos se encuentran desplegados frente a Melilla. La situación se hace insostenible, las dotaciones recelan de su mandos y vigilan todos sus movimientos. Finalmente es la dotación del «C-3» la primera que se subleva contra sus jefes cuando una comisión de auxiliares y cabos se presenta al comandante instándole a que explique su actitud ante los acontecimientos que sin duda se han de presentar. Interviene entonces el segundo comandante, alférez de navío Luis Jáudenes Junco, tratando de contemporizar con la dotación y reuniéndose a continuación con el comandante en la cámara e oficiales, momento en que son detenidos y confinados bajo vigilancia en el camarote del comandante. Toma entonces el mando el alférez de navío Arbona que cuenta con grandes simpatías entre la dotación.
La fuerza submarina
Las noticias de lo sucedido en el «C-3» corren como reguero de pólvora y pronto su ejemplo es imitado en otros submarinos. Mientras tanto la Flotilla se ha dividido ya en dos grupos en uno de los cuales navega el «C-3» rumbo a Málaga en compañía del «C-4» y «C-1», bajo el mando ya solo teórico del CF. Guimerá que ofrece claras muestras de un insoportable estrés y que al poco será desembarcado en Málaga.
De esta forma la fuerza submarina queda muy mermada operativamente debido a la falta de capacidad para el mando de sus nuevos responsables, pasando prácticamente inadvertida el resto de la contienda. La falta de preparación para el combate se hace patente cuando pocos días después su ausencia sorprende a los nacionales con motivo del paso del Estrecho de las fuerzas de Africa, ya que aunque para entonces la supremacía aérea de los nacionales es un hecho, la presencia en aquellas aguas de los submarinos hubiera dificultado seriamente la operación.
Desde aquí hasta su final el Cuaderno de Bitácora del «C-3» ofrece muy pocas líneas. A mediados de agosto sufre una avería en aguas portuguesas cuando iba a encontrarse en San Vicente con el «C-6», para subir al Cantábrico. Resuelta su avería inicia el tránsito al norte en compañía del «C-4» y «C-5» transportando armamento portátil. La presencia del «C-3» en el norte fue meramente testimonial limitándose a hacer presencia en los puertos republicanos de la cornisa cantábrica.
Mientras esto sucede, la situación en el Estrecho evoluciona con mucha rapidez. El «Canarias» hunde al «Almirante Ferrándiz» y el «Cervera» persiguiendo al «Gravina» le obliga a refugiarse en Casablanca. Así que mientras la Flota republicana rompe el bloqueo en el norte, la nacional se apodera del Estrecho. Como consecuencia las tropas de Africa pasan a la Península comenzando el avance hacia al norte. La nueva situación requiere un nuevo cambio de escenario para los submarinos. El dos de octubre el «C-3» arrumba de nuevo al sur. Para entonces ya se ha fijado Málaga como nueva base de la Flotilla y allí se encamina el «C-3», sin saber que se dirige hacia su hora más amarga.
Operación Ursula
U-33 y U-34
Destino: España
Un mes más tarde y mucho más al norte la trágica suerte del «C-3» estaba apunto de definirse. El dos de noviembre el Alto Estado Mayor de la Marina Alemana aprueba una operación de alto riesgo político, presentada por el capitán de corbeta Karl Doenitz, comandante entonces de la Segunda Flotilla de Submarinos con base en Wilhelmshaven.
La operación, conocida con el nombre clave de «Ursula» en homenaje a la hija de Doenitz, consistía en el envío a aguas españolas de dos submarinos con idea de adiestrarse en las tácticas submarinas en un escenario real. El objetivo estaba definido con nitidez:
«Atacar los buques españoles de bandera republicana, fundamentalmente las principales unidades de superficie».
Las acciones debían conducirse en el más estricto de los secretos, reserva que alcanzó hasta hace pocos años hasta el punto de que aún hoy existen ciertas lagunas de información en cuanto a sus efectos.
Pero sí sabemos que la operación fue en su planeamiento y ejecución una operación combinada italo-alemana, pues estaba previsto que los dos submarinos alemanes deberían ser relevados el 11 de diciembre por otros tantos italianos, y que la noche del 11 al 12 quedaba prohibido el lanzamiento de torpedos submarino-submarino en evitación de lo que hoy conoceríamos como un enganche «blue on blue». Sólo unos pocos oficiales estaban autorizados a conocer la operación, autorización que por parte española alcanzaba únicamente al capitán de navío Moreno, que era informado puntualmente por el capitán de corbeta Meyer-Döhner.
El 20 de noviembre el «U-33» y el «U-34» abandonan la base de Kiel dirigiéndose al Mediterráneo bajo unas fuertes consignas de discreción. Sin marcas, numeral ni bandera y bajo órdenes estrictas de abandonar inmediatamente la operación y regresar a su base si eran vistos en alta mar por cualquier unidad. Las dotaciones recibieron al embarcar severas instrucciones de mantener el secreto de por vida, bajo pena de muerte.
El 30 de noviembre ambos submarinos habían alcanzado sus posiciones. El «U-33» al mando del teniente de navío Kurt Freiwald se mantendría patrullando desde el cabo de Palos hasta el de la Nao. El «U-34» mandado por el teniente de navío Harald Grosse patrullaría desde el cabo de Palos hacia poniente…
A partir del primero de diciembre Harald Grosse da comienzo a la orden de operaciones cuyas conclusiones finales debieron ser la falta de calidad de los torpedos alemanes, además de su escasa puntería.
Ese atardecer ataca a un destructor republicano que patrullaba las afueras del puerto de Cartagena, el torpedo falla y siguiendo su trayectoria termina explotando en la costa. Nadie se preocupó de investigar tan extraña explosión y la reserva de la operación pudo mantenerse. La noche siguiente Grosse inicia un nuevo ataque que cancela ante la aparición de un destructor británico. Tres días después lanza al «Almirante Antequera» sin alcanzarle. A los tres días vuelve a atacar a un destructor y vuelve a fallar. Finalmente el día 11 recibe orden de diversión a Málaga.
En el puente del «C-3» el comandante charlaba con el capitán de la Marina Mercante Agustín García Viñas. A popa, los marineros De la Orden Y Lidón despotricaban malhumorados de su suerte mientras arrojaban a la mar los restos del almuerzo. Harald Grosse mientras tanto enfilaba su submarino hacia el Estrecho de Gibraltar dando por concluida su patrulla por el Mediterráneo. El adiestramiento había sido bueno, los resultados no tanto. Antes de buscar una cota segura para el tránsito decidió asomarse por última vez al periscopio.
Los ojos se le abren como platos. Lo que divisa allí fuera es la silueta de un submarino. Sin ningún género de duda es un submarino y es español, por lo que necesariamente tiene que ser republicano. Antes de bajar el periscopio puede divisar una serie de contactos de superficie alrededor del submarino. La mar está extraordinariamente tranquila así que la estela del periscopio puede ser vista desde buena distancia y la discreción, recuerda, sigue siendo la principal de las premisas. Con la mayor rapidez arría el periscopio y efectúa la solución de tiro. Sabe que sólo puede hacer un disparo y que la regulación del torpedo debe ser extremadamente escrupulosa debido al escaso calado del objetivo. Cuando vuelve a izar el periscopio observa que el ángulo de disparo resulta demasiado justo, pero la decisión ya está tomada.
La orden de fuego retumba en todo el barco mientras el submarino pierde momentáneamente el trimado echando de menos el peso del torpedo. Las órdenes se suceden rápida y mecánicamente. Sabe que debe ganar profundidad y mar abierto. En cuanto se oiga la explosión todos los buques disponibles en el puerto de Málaga saldrán a buscarle como galgos. Mientras su dotación repite sus órdenes, Grosse calcula mentalmente la cuenta atrás hacia el impacto. Atento escucha sin oír otro sonido que el de su agitada respiración. Tiene tiempo de repetir la cuenta atrás hasta tres veces antes de maldecir en voz baja la calidad de sus torpedos o quizá su propia puntería hasta que un joven marinero llama su atención.
¡Comandante oiga esto! Dice tendiéndole los cascos de escucha de los hidrófonos. Grosse pone toda su atención en el sonido que escapa de los auriculares. Aquel chirriar de hierros retorcidos no puede ser otra cosa que un barco hundiéndose. Y al fondo…, aquello son hélices y pistones ganando velocidad. ¡Inmersión y silencio! Grita por última vez renunciando a investigar el posible hundimiento. Aún restan muchas singladuras antes de llegar a casa y la discreción sigue siendo la premisa más importante.
El 21 de diciembre los dos submarinos alemanes alcanzaron sus esclusas sin incidentes. Su parte de campaña señalaba 12 ataques, cuatro de ellos con lanzamiento de torpedos de los que tres no obtuvieron resultado positivo. Del último de estos ataques queda constancia escrita en forma del mensaje enviado por Poseidón (nombre clave del «U-34») y que señala: F.T. 1603 K: AQ 14:19 Hundido submarino «rojo» tipo C ante Málaga, reforzado por otro del día 13: F.T. 0327 K: Se pudo comprobar pabellón tipo C, sin duda alguna antes de disparar. Después de la explosión el submarino desapareció sin dejar rastro.
Harald Grosse no vio el final de la guerra. Ascendido a Capitán de Corbeta, obtuvo el mando del «U-52» que fue hundido en el mar del Norte en 1940 por el destructor británico «Gurkha». Grosse se hundió con sus 42 hombres. Tampoco el «U-34» alcanzó los tiempos de paz ya que se hundió en Memel en el verano de 1943 al colisionar con su propio buque nodriza.
El Kaptanleutnant Harald Grosse fue el único marino alemán condecorado con la «Goldene Spanienkreuz» (Cruz Española de Oro), por el hundimiento del C-3, en un gran homenaje en Berlín, en junio de 1939.
Los testigos
Instantes después del hundimiento una embarcación a motor se dirige rápidamente al lugar de los hechos tratando de investigar lo sucedido y regresando al poco tiempo al puerto de Málaga. Trae consigo a un superviviente herido, se trata del marinero Isidoro de la Orden que da en caliente una versión un tanto incoherente y no reconoce haber escuchado explosión alguna.
A los pocos días el capitán Agustín García Viñas ofrece una versión más razonable. Asegura que cuando se produjo el violento estremecimiento del submarino, además de los otros dos supervivientes, se encontraban en el exterior del submarino y concretamente en el puente, además de él mismo, el comandante y el marinero Francisco Fuentes, dedicados todos ellos a la vigilancia de submarinos. Declaró no haber escuchado ninguna explosión ni haber apreciado estela alguna. Tampoco advirtió ningún humo antes del hundimiento que si declara haberse producido de manera especialmente violenta y rápida.
En el momento del hundimiento el guardacostas «Xauen» se encontraba a unas dos millas del submarino en dirección a Málaga. Su tripulación coincide en afirmar que observaron una llamarada muy rápida seguida de una fumarola blanca que ocultó al submarino mientras desaparecía rápidamente hundiéndose de proa. Ningún miembro de la dotación apreció explosión alguna.
En el mismo momento y a unas 3000 yardas del submarino en la demora opuesta al «Xauen», la tripulación de los pesqueros «Joven Antonio» y «Joven Amalia» se dedicaban a la pesca del boquerón. Su descripción coincide básicamente con la del guardacostas si bien localizan la llamarada y la nube blanca muy cerca de la proa.
Una empleada de la central telefónica de la capital malagueña señala que estaba precisamente observando al submarino en el momento que pudo apreciar una llamarada seguida de una gran nube blanca semejante a una columna de agua detrás de la cual desapareció el buque en pocos segundos.
Existen más versiones de testigos que se dicen presenciales pero resultan poco coherentes y algunas contradictorias en sí mismas. Téngase en cuenta que a la hora en que se produjo el hundimiento el malecón de la ciudad malagueña es zona muy transitada y que el hundimiento se produjo a unas cuatro millas de La Farola por lo que debió existir una cantidad importante de testigos cuya declaración, si se tomó, se perdió con el paso del tiempo.
El Hallazgo
En 1996 Antonio Checa, un abogado malagueño aficionado a la mar se encuentra disfrutando de un día de pesca en el llamado «Bajo del Submarino» a unas cinco millas del puerto de Málaga, cuando observa como emergen desde el fondo del mar gotas de gasoil y aceite. Después de comprobar el estado de su lancha se dirige a puerto y relata los pescadores locales lo sucedido, estos le cuentan la historia de un submarino hundido por aquella zona durante la guerra.
En días posteriores vuelve a la misma situación y el fenómeno se repite. El posible pecio se convierte en una obsesión. Decidido a resolver el enigma desarrolla durante dos años una febril actividad en busca de pruebas que demuestren que el pecio y los restos del «C-3» son una misma cosa. Escribe al Museo Naval, investiga en Internet, interroga a los pescadores y navegantes locales hasta que finalmente logra entrevistarse con Arsenio Lidón, único superviviente del submarino con vida.
Está convencido de que el submarino está allí, pero le hace falta una identificación por lo que contrata un vehículo submarino y lo sumerge en la zona. Sesenta años después el «C-3» vuelve a asomarse la superficie en forma de imágenes de vídeo que aunque no del todo nítidas permiten adivinar una superestructura que podría ser la torreta, una forma oscura y alargada que podría corresponderse con el puente y algo parecido a los tubos de proa. Entusiasmado solicita la confirmación de la Armada…
En noviembre de 1998 el Estado Mayor de la Armada envía a la zona al Buque de Investigación y Salvamento «Mar Rojo» apoyado por buzos de la Unidad de Buceadores del Estrecho.
La campaña se inicia con una serie de pasadas con el Sonar de Barrido Lateral cuyos resultados no pueden ser más esperanzadores ya que desde la primera pasada se obtiene un contacto claro e inconfundible correspondiente a la silueta de un submarino. Después de sumergir el vehículo submarino y al no obtener imágenes definitivas el comandante, aconsejado por su larga experiencia submarina, decide realizar una inmersión tratando de obtener una identificación visual.
A primera hora de la mañana todo está preparado y los buzos comienzan la inmersión. Alcanzados los 58 metros el buzo 1 se detiene y estremecido alarga el brazo señalando a su compañero lo que sin duda ambos identifican como los restos de un submarino hundido. No hay duda, la silueta es inconfundible, el escalón de popa de la torreta, las antenas, y posteriormente una vez alcanzado el fondo, el periscopio. El submarino yace partido en dos a la altura del primer tercio de su eslora y completamente rodeado de redes y otras artes de pesca. La identificación ha sido positiva y los buceadores, cumplida su misión, regresan a superficie.
GPS: N 36º 39.526′ W 4º 21.335′ (N 36º 39′ 31.6″ W 4º 21′ 20.1″)